The Economist abre su portada de esta semana con el extraño y maravilloso mundo de las finanzas descentralizadas, o DeFi. Una nueva tendencia que tiene el potencial de reconfigurar cómo funciona el sistema financiero de hoy en adelante. DeFi, NTF y muchos otros acrónimos están provocando un frenesí de innovación como el de los primeros días de la Web y, en un momento en el que las personas pasan cada vez más tiempo conectadas, incluso podría rediseñar la arquitectura de la economía digital del futuro.
Aunque la terminología es intimidante (las tarifas son «gas», la moneda emergente es Ethereum y los títulos de propiedad sobre los activos digitales se conocen como NFT), las actividades básicas que tienen lugar en DeFi son más comunes. Estas incluyen negociar en bolsa, emitir préstamos y tomar depósitos a través de acuerdos autoejecutables llamados contratos inteligentes. El valor de los instrumentos digitales que se utilizan como garantía ha aumentado de pequeñas cantidades a principios de 2018 a 90.000 millones de dólares. Aproximadamente $2.2 billones de transacciones se procesaron en el segundo trimestre, aproximadamente la misma suma que pasó a través de Visa.
Y, casualidades de la vida, ayer estuvimos en un evento de antiguos alumnos del IESE Business School – University of Navarra hablando de NFTs con Miguel Antón y Pablo Rodriguez-Fraile, por lo que la conversación ya está encima de la mesa (enhorabuena por la conversación, por cierto).
DeFi tiene un largo camino por recorrer y muchas preguntas que responder antes de que comience a cumplir su promesa. Pero como sucede en Alicia en el país de las maravillas, Conejo Blanco está comenzando a llamar a la puerta. ¿Abrimos? #digitalEconomyRocks #estrategiaICAI